Los escarabajos vuelan al atardecer

–¡Qué poco sabemos de la soledad de los otros! –suspiró Lindroth.
–¿Se siente usted solo? –preguntó Jonás.
–No, yo no –contestó Lindroth sonriente–. He tenido mucha suerte. Yo nunca vivo en soledad... Cuando no hay nadie a mi lado, me tengo a mí, para conversar conmigo mismo

Claro que sí, Annika –exclamó–. Contienen algunas ideas válidas para cualquier época. Por lo demás, nadie debe atreverse a condenar a su tiempo. Creo que eso sería arrogancia. Andreas debió confiar sus pensamientos a sus contemporáneos. Todos tenemos que confiar en nuestro propio tiempo, aunque a veces resulte difícil

Además, a menudo se utiliza erróneamente, creo yo. No siempre se trata de papeles específicos de la mujer. Y no fue un papel específico de su sexo el que Emilie asumió cuando cargó con tanta responsabilidad. Lo hizo porque tenía generosidad para hacerlo y porque era una persona con una gran capacidad para amar. Su error no fue aceptar la responsabilidad, sino no reclamar un derecho equivalente. No hay que limitarse a dar; también es preciso exigir y aprender a hacerlo. Quiero decir que cuando uno permite al otro satisfacer determinadas exigencias, se ennoblecen los dos. De lo contrario, solo se consigue mantener tiranos y mártires