no hay que tener una personalidad poderosa y carismática para inspirar a otros a hacer grandes cosas. Tampoco hay que disponer de poder formal: de hecho, Kopp no contaba con el respaldo de ninguna autoridad institucional, ni ostentaba un alto rango jerárquico, ni tenía ningún título, ni acciones en ninguna empresa, ni siquiera un cargo público. Es más, no podía otorgar ningún aliciente económico, puesto que la mayoría de los miembros de su equipo podrían optar a un mejor sueldo invirtiendo su talento en otros campos. Y, como dice James MacGregor Burns en su clásico libro4 Leadership, no debemos confundir nunca el poder y la fuerza bruta con el liderazgo.