Es habitual que el término Chiloé mágico se repita en las
promociones turísticas, en libros dedicados a su historia
y a su geografía, en compendios relativos a su mitología.
Ahí, Chiloé surge como algo distinto y exclusivo, una zona cautivante que claramente se diferencia del resto
del país.
Esta singular identidad de Chiloé y su intensa presencia en la memoria nacional se deben en gran parte
a su insularidad, a su histórica lejanía y hasta en la
independencia y autonomía que ha significado el estar
separado del continente. Como consecuencia, a través
de los siglos se fue creando en el archipiélago un mundo propio y original de imaginería, de usos y costumbres,
de formas domésticas de sobrevivencia. Este libro reúne
uno de los aspectos más fascinantes de este pueblo: sus mitos y leyendas, los relatos fantásticos; ese universo de fábulas y prodigiosas ficciones, de seres sobrenaturales, todo aquello que fue resumido de esta manera por el escritor Francisco Coloane: A veces, por cuarenta noches y cuarenta días arrecian los diluvios. No se sabe quién llora más ni quién llora
menos. Se realiza la unidad de las cosas del cielo y de la tierra, y de los peces, pájaros, bestias del agua, en el barro los cuchivilús, traucos en la floresta, camahuetos en los barrancos,
viudas volanderas, millalobos, hombres, brujos, demonios de muchas orejas y colas. Así nacimos los chilotes y así morimos,
encerrados en nuestra escafandra cósmica, regulada por las
luces y las sombras de los cielos a los abismos.