Dos ensayos luminosos, armónicos plenamente detectables que evocan en universo del caminante. De Hazlitt, el elogio del caminar va de mano de una poética de la vida que conecta el campo y la ciudad. Es tan evocativo que dan ganas de inmediato salir a explorar.
Aunque la triste realidad (por el nuevo coronavirus y la compleja estructura urbana) del siglo XXI nos limita a la ensoñación. Por otro lado, si uno aún tiene dudas, Stevenson nos dice que Hazlitt es tan bueno que hay que multar a los que no lo hayan leído.
El ensayo de Stevenson está basado en el de Hazlitt pero tiene vida por sí mismo. Ambos se leen de un tirón y en ellos la prosa reflexiva desborda el gusto personal. Caminar como leer no se hace por obligación, cada una en su dimensión son fuentes inagotables de felicidad. Por eso, apenas se agota la lectura de estos ensayos hay que salir a fatigar las calles urbanas, aunque eso sí, con mucho cuidado.