Frankenstein

Cuando la mentira se asemeja tanto a la verdad, ¿quién puede creer en la felicidad?

¿Por qué presume el hombre de una sensibilidad mayor a la de las bestias cuando esto solo consigue convertirlos en seres sin libre albedrío? Si nuestros instintos se limitaran al hambre, la sed y el deseo, seríamos casi libres. Pero nos conmueve cada viento que sopla, cada palabra al azar, cada escena, cada imagen que esa misma palabra nos evoca.

¿Por qué se me considera el único criminal cuando la humanidad entera pecó contra mí?

Está muy bien que los desgraciados aprendan a resignarse, pero no hay paz para los culpables.

Nada es duradero salvo la mutabilidad!

Por qué presume el hombre de una sensibilidad mayor a la de las bestias cuando esto solo consigue convertirlos en seres sin libre albedrío? Si nuestros instintos se limitaran al hambre, la sed y el deseo, seríamos casi libres. Pero nos conmueve cada viento que sopla, cada palabra al azar, cada escena, cada imagen que esa misma palabra nos evoca.

Si el estudio al que uno se consagra tiende a debilitar los lazos afectivos y a destruir esos placeres sencillos, sin mezclas de ningún tipo, entonces ese estudio no es para seres humanos, es inadecuado para la mente.

Pasa tanto tiempo antes de que uno se pueda convencer de que aquella a quien veíamos cada día, y cuya existencia misma formaba parte de la nuestra, ya ha partido para siempre; que se ha extinguido la luz de sus amados ojos y que su voz tan dulce y familiar a nuestro oído, no se ha de escuchar más. Estos son los pensamientos de los primeros días. Pero la verdadera causticidad del dolor del dolor solo empieza cuando el paso del tiempo refrenda la realidad de la pérdida.

Shelley nos está señalando que ambos personajes son uno solo, y que el ser humano está hecho de una arcilla contradictoria, de una ambigua argamasa de bien y mal

con tanto tiempo para reflexionar sobre su dolor, este se hizo más profundo y amargo