Javert renuncia a cumplir con su obligación de policía dejando libre a Jean Valjean, elige sus propias reglas por encima de las reglas comunes, la justicia íntima por encima de la justicia pública, el derecho natural por encima del derecho formal, la ley de Dios por encima de la ley de los hombres, y esa decisión imprevisible, que dinamita sus convicciones más rocosas, le deja perplejo e inerme, huérfano de certezas, y lo sume en una desesperación helada que le empuja a arrojarse a las aguas ciegas del Sena.