John no sabe lo que sufro. Sabe que no hay «motivo» para sufrir, y con eso le basta.
Claro que sólo son nervios. ¡Me agobian tanto que dejo de hacer lo que tendría que hacer!
¡Yo que tenía tantas ganas de ayudar a John, de servirle de descanso y de consuelo, y aquí estoy, tan joven y convertida en una carga!
Nadie se creería el esfuerzo que representa lo poco que puedo hacer: vestirme, recibir visitas y hacer pedidos.