La niebla es tenue como la voz apagada de un confidente, envuelve, predispone una intimidad: nebulosos son los sueños, los anhelos de quienes se necesitan, de quienes quieren estar juntos. La niebla también hace avanzar a tientas, como el desencuentro de dos que quieren encontrarse, errantes, sin rumbo. En las dos nieblas están Victoria y Thomas, hallados y perdidos a la vez, sin dejar de querer reconocerse sin lo nebuloso, en medio de la luz.
Thomas vive en los barrios bajos de Londres. Una tragedia marca su vida, y ya no le queda más nada que la oportunidad de un trabajo, en el puerto, para Lowe & Co. Allí, se esfuerza por no defraudar la confianza que le han dado hasta conocer cada detalle de la compañía, hasta transformarse en la mano derecha del dueño. Atrás ha quedado la vida llena de privaciones, cuando conoce a Victoria, la hija de un argentino que llegó a la neblinosa Londres en busca de un socio para exportar granos.
Victoria, curiosa y vivaz, encuentra en Thomas lo que no sabía que buscaba. A la par de las alianzas de negocios, llegan las familiares. El padre de Victoria decide desposarla con James, hijo del fundador de Lowe & Co. Allí todo se vuelve turbio, confuso, como en medio de la niebla. Thomas se enfrenta a una traición hacia aquellos que lo albergaron o a la pérdida de la mujer con quien quiere estar. Victoria, a su vez, impedida de rechazar la decisión paterna, busca que la niebla los cobije, los enrede, les dé un espacio para que no quede todo perdido.
Claudia Barzana nos trae una novela de madurez, en la que dos personas se ven envueltas en una tiniebla que se disipa pocas veces, en la que lo idílico es un suspiro, aunque para ese suspiro valga la pena esperar años.