Dorsal

Perder un hermano es como perder

una aleta,

un ojo,

un pulmón.

Es la soledad de ser sólo la mitad,

de saberse incompleto

por el resto de la vida.

El miedo es un pájaro azul

que se devora a sí mismo

y vuelve a nacer,

una y otra vez.

Los antiguos cuentan
que la destrucción empezó
por los ojos,
por el oído,
por el silencio
y por el odio.

Mientras sigo escribiendo en el aire

palabras para nombrarte,

escucho el trote de las olas,

su paso por la arena

y ruego que tu paso de potro

me siga hasta mi muerte.

Te escribo porque la muerte sólo es muerte

cuando hay silencio,

cuando ya no hay nada

que decir

Te escribo porque lo único que tengo

son palabras,

porque sólo las palabras

pueden salvarnos de este tiempo

a la deriva,

de este tiempo que ha comenzado

a morir.

¿Aún puedes escucharme,

Vicente?

Te escribo para recordarte

y porque a veces ya no sé si es un recuerdo

o el recuerdo de un recuerdo

lo que me queda de ti

Te escribo desde aquí

para que sepas que fuiste como una ola

que al desaparecer se lleva todo

a su paso;

fuiste como un sol al final del ancho mar,

un sol que se apaga

en rojos y amarillos de agua

Perder un hermano es como perder

una aleta,

un ojo,

un pulmón.

Es la soledad de ser sólo la mitad,

de saberse incompleto

por el resto de la vida.

¿Vicente,

puedes leerme?

Tantas veces me he preguntado,

una y otra vez,

qué hubiera pasado,

cuál sería la historia,

quiénes seríamos,

dónde estaríamos

si hubiera nacido mujer,

si a ti no te hubieran matado

por tener un hermano marica,

por el odio que crece en todo el mundo,

por tus órganos que hoy se venden

en algún mercado sucio

como la sangre seca

en la tierra