En literatura de nada sirven los pronósticos. La poesía escapa a cualquier cálculo de probabilidades, y algunas pocas líneas inauditas bastan para rebatir el desconsolador panorama. Ahora bien, el cartero que me llena el buzón de envíos líricos no me depara esperanzas, sino horror. Pero, a pesar de todo, creo que un arte tan inventivo, impagable y tenaz como la mala hierba no sólo es capaz de sobrevivir a la ingratitud del mundo, sino también al ciego empeño de sus seguidores