Fandelli

nacer otra vez la mañana siguiente y salir corriendo hacia

porque sin lugares comunes no hay vida, los mejores camarones del mundo, las aguas más azules, y mi padre emocionado: los artistas que toman el sol en la cubierta de sus yates, a lo lejos, vean eso, hijos, algún día estaremos allí nosotros, y tú, Guillermo, tomarás el timón y nos darás la vuelta cuando tu madre y yo seamos ancianos.

servidumbre oculta y el crimen tejido a pulso y lentamente.

los recuerdos te acosan, te transforman en un perro sediento de pasado y a la vez en un hombre medroso.

uno mismo a la vez desde el comienzo de la materia y de la luz, de los agujeros negros y de los zapatos, de las enanas blancas y las botellas de vino;

desgajaron y él no posee todavía un trabajo fijo; casi cuarenta años y él no logra encajar en ninguna otra barda, ni volver a la barda original porque esta barda matriz también se ha desgajado y deshecho; su familia es como un cántaro roto; una regadera que chorrea apenas unas cuantas gotas de agua y vida.

como si las berenjenas y las frases nacieran de la misma tierra

No habrá renacimiento, sino una eterna repetición, redundancia y refrendo de los mismos motivos. Tres erres en tu frente calva.

Quiero escribir historias que se olviden y se desvanezcan como mi cuerpo interrogado y sometido a la tortura del patíbulo cotidiano

“Vamos a jugar golfito, hijo, a ver si ahora sí me ganas”, ¿escuchas esa voz? ¿Escuchas los huesos craquear? Sí, sí escuchas ese lamento, pero no sabes de dónde proviene ni a dónde va.