No quiero dar lecciones a nadie, pero creo que en el ámbito de la música litúrgica Antonin Dvofák llegó a alzar la música checa hasta el cielo, especialmente gracias a este segundo oratorio. En nuestro país, esta composición ha sido siempre relacionada con las fiestas de Semana Santa y de la primavera. Durante muchos años, e incluso hoy, este oratorio me conmueve extremadamente. No puedo imaginar la primavera -la primerísima, la más bella, cuando aún nada florece, pero cuando todo está a punto- sin esta canción amorosa de Dvofák.