La dependencia que el hombre tiene respecto de Dios es total, se le llame Absoluto o de alguna otra manera, se le considere Inmanente o bien Trascendente, o ambas cosas a la vez, o bien se le atribuya ser persona o no. Esta dependencia no es solo inicial, sino que se mantiene en el tiempo, esto es, el hombre es actualmente dependiente de Dios y la finalidad de su vida es lograr la unión con Él (comoquiera que se exprese esta unión: identificación del propio ser con la Divinidad por medio de la realización del propio Sí-mismo, o bien participación de su Vida Divina). Esta dependencia no es un simple vínculo exterior respecto de un amo divino, sino algo que penetra en la esencia y en la existencia de nuestro ser. Además, no es una dependencia solamente temporal, sino que es también constitutiva del ser mismo. Se trata precisamente de que nuestro ser, en cuanto creado, depende de Dios, el Ser. Somos en la medida en que dependemos de Él, o sea, somos dependientes de Él, porque esta especialísima dependencia es propiamente lo que somos. Todo ser depende de Él, pero la dependencia del hombre es de una naturaleza específica y particular.