Creo que lo que nos sucedió a nosotros, lo que puede sucederle a alguien con una enfermedad grave, tiene que ver con que la lectura requiere silenciar el yo. Frente a todos los problemas que va desencadenando poco a poco un desastre o una enfermedad —voy a seguir teniendo trabajo, de dónde voy a sacar el dinero, me cubrirá el seguro, resistirá mi matrimonio, cómo va a cambiar mi vida de ahora en más—, uno se aferra a su yo. Y no se atreve a soltarlo.