Del color de la leche

lo dejas todo para cuidarlos y para protegerlos y después se van. es como si te consumieran para conseguir su propia vida

¿y entonces cómo diantres sabéis qué hora es?
nos levantamos cuando hay luz, nos acostamos cuando está oscuro. los animales no tienen relojes y parece que se apañan.

cuando te acostumbres, antes de que te des cuenta, sentirás que éste es tu hogar

mary, me dijo. vamos, tú no eres así.
yo puse a calentar el agua para lavar los platos.
¿no quieres hablarme?, me preguntó. te exijo que me hables.
y entonces yo me volví hacia él. ¿me lo exige?, le pregunté.
te lo exijo, sí.
usted puede pagar dinero por mí, le dije, y usted puede hacer que me quede aquí, pero no puede exigirme que haga todo lo que usted quiera.
sé que parece que estaba tranquila, pero no. el corazón me latía tan rápido que me parecía que se me iba a salir. me temblaban las manos y volqué un vaso, pero lo cogí antes de que se rompiera contra las baldosas.

y entonces cerré el libro.
y entonces fue cuando me di cuenta de que ya había terminado.
sabía leer y sabía escribir.
ya había terminado.

la biblia, dijo él. bien hecho. ésas son tus dos primeras palabras. ahora mira esto.
y cogió tres libros distintos de los cajones y me mostró que los tres eran el mismo. la biblia. y yo leí los tres. los leí.
mis dos primeras palabras.

quería darte las gracias, me dijo.
¿por escaparme?
no. por ser tan buena con mi esposa. sé que todavía no estás instalada del todo aquí, pero lo estás haciendo muy bien y te prometo que habrá veces en que puedas irte a casa de visita, pero ahora trabajas aquí. ¿lo entiendes? ¿mary?
entiendo lo que me dice.
muy bien. ¿entonces estamos de acuerdo en que no te volverás a escapar?

mi pelo es del color de la leche.
me llamo mary.
eme. a. erre. i griega

dejó su cuchillo y su tenedor encima del plato.
ha comido tanto, le dije, como nuestro cerdo por la mañana.
él sonrió. mary, me dijo, permíteme que te dé un consejo. no deberías comparar a la persona que te emplea con un cerdo.
ah, le dije. no quería ser maleducada.

La historia que encierra esta novela es uno de esos extraños poemas, centelleantes y violentos. Pero, en este caso, no uno escrito desde el lado del poder, sino, desde el flanco del oprimido y desde el punto de vista de un sujeto que escribe –porque puede escribir–.