Memorias del príncipe perfecto

—Es que soy bruja —jadeó—. Te he hecho un conjuro para que no te olvides de mi

Aunque aquel sitio tuviera el tesoro más valioso escondido, lo cierto es que estaba allí por ella, porque solo la quería a ella.

—Tú eres lo mejor que tiene este lugar Celeste. No me interesa nada más —susurré antes de volver a besarla de nuevo.

—Vale, no está mal —admití dándole la razón—, pero estoy seguro de que esto no es lo mejor que tiene este lugar.

«Tus ojos tienen más luz que cualquiera de esas estrellas que brilla en el cielo» pensé inmediatamente.

Probablemente existían muchas mujeres tan hermosas o incluso más que ella según otro tipo de cánones, pero ninguna, absolutamente ninguna podía albergar ese espíritu que ella poseía y que a mi me había conquistado.

—Que nos vean —contesté sin dejar de mirarla—. No me importa, para todos eres mi prometida y yo cuido de lo que es mío.

¿Cómo decirle a aquella mujer que quería poner el mundo a sus pies?, ¿Cómo fingir que no la apreciaba cuando era evidente que me desvivía por estar a su lado en cada instante?

—En este momento estoy luchando para no raptarte y salir de aquí sin que nadie nos vea a pesar de que incumpliría con mi deber

—Cuando termine este baile y te tenga de nuevo solo para mi —contesté de nuevo sin mirarla—. Desnuda —añadí segundos después—. Y en mi cama —insté tras un breve silencio para constatar la seriedad de mi afirmación.

—Me gustas Celeste. Me vuelves completamente loco