bookmate game
es
Böcker
Daryl Gregory

La reveladora

  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 7 månader sedan
    libro, grueso a pesar de que las páginas eran de papel cebolla, contenía veintidós años de la vida de Esther, contados por Russell Birch y luego, tras la muerte de Russell, por su hijo menor, Morgan, que por entonces era ya un hombre realmente viejo. Era lo más delicioso que hubiera leído jamás y eso que pensaba que no había nada mejor que Nancy Drew... Días después de la comunión, los pensamientos sobre Dios se habían desvanecido ya de su mente, pero cada vez que leía el Libro de Esther era como si volviera a arrastrarse a esa cueva
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    Sunny estaba en la cama, bajo unas gruesas mantas, con su larga melena cubriéndole la cara. Relajada. A salvo, al menos de momento. Stella había pasado varias horas de viaje preguntándose cómo iba a protegerla. Tendrían que instalarse en algún lugar tan aislado como en su día lo había sido el valle, aunque sin cuevas. Stella quería luz del sol para la niña; luz del sol y libros y espacio para pasear, pero lo bastante lejos como para que nunca pudieran toparse con un extraño. Un lugar salvaje como ese era difícil de encontrar. A lo mejor tendría que irse a la costa oeste. Joder, a lo mejor tendrían que irse a Alaska
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    No sé cuántas copias imprimió Hendrick. Ni tampoco dónde están almacenadas. Pero te aconsejo que las quemes todas. Si alguna vez veo una sola en alguna parte, o si descubro que estás tratando de publicarlas, volveré aquí y os mataré a todos. A ti, a tu madre, a Rickie. A todos.
    —No lo harías —dijo Veronica, pero su voz era un susurro.
    —¿Qué sabrás tú de lo que haría o dejaría de hacer para proteger a mi familia?
    —Pero, pero... tu familia somos noso...
    —No, no lo sois. No lo fuisteis nunca
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    Stella la entendía. La muerte del Diospapá seguía siendo un misterio también para ella. Todas aquellas revelaciones crípticas, varias generaciones de mujeres entregadas a él, sus interminables promesas de un cuerpo inmortal, inmune al veneno de este mundo... Total, ¿para qué
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    Stella había amenazado a un Dios, había prometido matar a su próximo descendiente. Lo había dicho en serio y seguía pensando lo mismo, pero al cabo de los años, cuando finalmente llegara el momento, ¿tendría aún las fuerzas necesarias? Abraham había estado dispuesto a sacrificar a su hijo. Y Dios había entregado su propio hijo a la turba. Pero ella no era un Dios ni un héroe bíblico
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    La anciana la observaba desde el otro lado de la puerta mosquitera, con el bebé en brazos. No permitiría que ningún forastero la viera hasta que hubiera transcurrido un periodo de gestación plausible. Entonces Motty diría que la niña era la hija de una prima de Carolina del Norte, consciente de que todo el mundo asumiría que era de Stella y Lunk. Así, una mentira encubriría la otra.
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    Me voy del valle —anunció—. Si alguna vez descubro que has tocado a esta niña, la mato.
    El Dios no dio señal alguna de haberla oído; Dios tampoco había respondido nunca a Abraham.
    —Y si alguna vez engendras a otra hija, la mataré también —dijo Stella—. No dejaré ni una con vida
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    El Dios avanzó sobre sus numerosas extremidades hasta situarse sobre ella. La vibración le hacía zumbar los huesos y sentía todo el peso de sus pensamientos. Acababa de hacer algo terrible, pero era incapaz de retener de qué se trataba: el Dios la bañaba con su amor. Amor, y también piedad y tristeza, pero sobre todo amor, una adoración tan profunda que era casi un prodigio
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    Tiró de los filamentos y se los arrancó de la muñeca. La sangre brotó de una decena de agujeritos; cada filamento había encontrado una vena. En la visión alterada de Stella, la piel de Lunk era roja como las ascuas, pero su sangre ardía aún más, teñida de un amarillo intenso. Salpicaba el aire y se desparramaba por la calzada como oro fundido
  • Dianela Villicaña Denahar citeratför 4 månader sedan
    Podía sentir todo lo que Lunk sentía: su miedo, su confusión. También su amor por ella, sí, pero este era diminuto en comparación con el miedo, una pequeña balsa en un océano de terror. Quería, más que nada, salir corriendo. Correr y seguir corriendo hasta encontrar a alguien que lo salvara. Tenía que contarle a todo el mundo lo que había visto. Satanás era real. Todos los rumores que circulaban en torno a las Birch (que eran paganas, adoradoras del diablo, brujas) eran ciertos. Había entregado su corazón a un demonio
fb2epub
Dra och släpp dina filer (upp till fem åt gången)