Hoy me mato.
Mi madre, de ocho años, lo persiguió por el comedor, lo vigiló a la altura de su cintura, estuvo detrás de él cuando entró al galpón del fondo, sacó una cuerda de entre las herramientas, caminó hasta un árbol y la enganchó a la rama. Entonces mi madre apretó la mano de sus hermanos y con la vista fija en su padre, empezó a aullar:
¡Mamá, mamá, mamá!