Hay ojos dentro de nuestros ojos; también fuera de nuestros ojos, ojos que miramos y ojos que nos miran, multiplicando su poder. Igual sucede con los oídos, con el tacto, con el sabor. De pronto, en la boca, encontramos la «flor de la lengua», una flor inesperada formada por centenares de lenguas que son sus pétalos, un nuevo órgano de percepción, capaz de saborear el espacio y el tiempo