Para Abby, el mundo entero era un País de las Maravillas de fulgores fluorescentes repleto de cálidas luces rosadas y de luces verdes neón y de luces turquesa y de luces magenta, y se encendían y apagaban al ritmo de la música y todo el mundo danzaba, y ellas mismas iban tan rápido que sus patines apenas rozaban el suelo, se deslizaban por las esquinas, cobraban velocidad, y sus corazones latían al ritmo de la batería, y Gretchen había venido a la fiesta de cumpleaños de Abby porque Abby la había invitado primero y Abby tenía un cartel de E.T. de verdad y podrían comerse todos los pasteles ellas dos.