El imperio de las armas

La Mystery House sigue aún en el corazón de Silicon Valley, cuyo crecimiento ha sido impulsado por las necesidades de seguridad y defensa de la Guerra Fría y la guerra contra el terror, aunque nos gusta más pensar en ello como una historia de emprendedores sin ataduras, como nos gusta pensar la historia de la Revolución industrial británica.

Señalo esto no para cuestionar la sensatez de regular el comercio de armas –cuanto menos armas haya en esos lugares, más rápidamente se abordará el conflicto político– sino para mostrar cómo los intentos de regular el comercio de armas continúan implicando una despolitización y deslegitimación de determinados tipos de violencia y cómo evaden de la realidad de que proporcionar armas a esos conflictos contribuye a mantener la capacidad de fabricación de armas en tiempos de paz de países como Estados Unidos y Reino Unido.

Como observaba Marx: «Pedirles que renuncien a sus ilusiones sobre su condición es pedirles que renuncien a una condición que requiere ilusiones». La cita se refiere a la religión, pero se aplica bien al propio liberalismo, cuya moralidad estaba arraigada en la religión del siglo XVIII.

Pedía una economía interna del sentimiento, una capacidad de distribuir las pasiones dentro de los límites de la propiedad. La propiedad determinaba la magnitud de la respuesta social al sufrimiento injusto.

El liberalismo llegó con mecanismos así para gestionar la culpa. Es «constitutivamente culpable en conciencia»[76]; de ahí la necesidad de gobernar el sentimiento. Al identificar el sentimiento como una limitación interna suficiente que gobierna los peores excesos del mercado y el sufrimiento sistémico que engendra, La teoría de los sentimientos morales de Smith ofrecía preventivamente una réplica de las objeciones morales de la conciencia hacia el sistema que desplegaría en La riqueza de las naciones.

La cultura burguesa disfraza las relaciones sociales como un sistema libre de las relaciones de poder obligatorias; en lugar de ello todas están ligadas por relaciones inocentes con los objetos, y la impersonal arma de fuego ayudó a afirmar esos nuevos vínculos.

En cierto sentido, la historia del capitalismo modernos ha sido precisamente la lucha para extraer algo llamado «la economía» de las ideas heredadas de «economía moral» en las que la idea misma de un «precio económico» para el cereal era un escándalo moral[75].

En abril de 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el Tratado de comercio de armas, que requiere que los estados controlen los contratos de armas transfronterizos, establezcan sistemas de control nacionales y nieguen las exportaciones a los compradores que pudieran emplear las armas con fines terroristas o para la violación del derecho humanitario[74].

En los 140 estados que votaron la resolución para empezar a trabajar en un tratado, solamente uno votó negativo: Estados Unidos, donde el lobby de las armas, liderado por la National Rifle Association (NRA) temía que todo intento de regular el comercio internacional fuera el primer paso de una trama para prohibir la posesión privada de armas[73].

Gran Bretaña, el segundo proveedor de armas pequeñas del mundo, aprobó una de las legislaciones anti-armas más duras del mundo. Las leyes de 1988 y 1997 se acompañaron con la entrega de miles de armas y toneladas de munición.