Sobreviviendo un yugo desigual en el matrimonio

llegarás a ser la persona que Dios quiere que tú seas. No porque eres fuerte, sino porque Dios lo es. No porque eres capaz, sino porque puedes hacer todas las cosas por medio de Cristo que te da la fortaleza.

aquí está mi punto: a pesar de si tu esposo jamás doble sus rodillas en arrepentimiento, tú puedes ser transformada para parecerte cada vez más a Jesús, no a pesar de tus circunstancias sino por causa de ellas.

En síntesis, él le enseñó el gozo de la obediencia. Después de todo, la Biblia dice que hasta Jesús aprendió la obediencia por medio del sufrimiento.

Segunda de Pedro 3:9 dice que Dios «no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan».

Hebreos 13:5: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré».

Porque el que te hizo es tu esposo; su nombre es el Señor Todopoderoso. Tu Redentor es el Santo de Israel; Dios de toda la tierra es su nombre

Dios no promete intervenir e instantáneamente «arreglar» tu desigualdad, pero él promete usar tus circunstancias, por dolorosas que estas puedan ser, para cumplir algo bueno en tu vida y carácter.

Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no se extingue».

Es fundamentalmente injusto esperar que nuestro compañero en el matrimonio satisfaga necesidades que solo Dios es capaz de satisfacer. Si él o ella pudiera hacerlo, ya no necesitaríamos más a Dios.

Y la Biblia hace esta promesa a quienes se acercan a Dios: «Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes».6