Aleksandr Pushkin

La tempestad de nieve

  • b7380837836har citeratför 18 dagar sedan
    todos llegaron a la unánime conclusión de que, al parecer, aquel era el sino de María Gavrílovna, que contra el destino todo es inútil, que la pobreza no es pecado, que no se vive con el dinero sino con el compañero, y así sucesivamente
  • Pam Rangelhar citeratför 3 år sedan
    (6) Ahora ya es tarde para luchar contra mi destino; el recuerdo de usted, su imagen querida e incomparable será a partir de ahora un tormento y una dicha para mi existencia; pero aún me queda un duro deber, descubrirle un horrible secreto y levantar así entre nosotros un insalvable abismo...
  • Pam Rangelhar citeratför 3 år sedan
    pues el secreto, sea éste el que fuere, es siempre un peso difícil de llevar para el corazón de una mujer.
  • Pam Rangelhar citeratför 3 år sedan
    omo todas las jóvenes en general) perdonaba de buen grado las travesuras que evidenciaban valentía y carácter encendido.
  • Pam Rangelhar citeratför 3 år sedan
    pretensión y dotado de una despreocupada ironía
  • Pam Rangelhar citeratför 3 år sedan
    Poseía justamente esa inteligencia que gusta a las mujeres: el saber del decoro y de la observación, carente de toda pret
  • Pam Rangelhar citeratför 3 år sedan
    ¡Qué tiempo inolvidable! ¡Días de gloria y de entusiasmo! ¡Con qué fuerza latía el corazón ruso ante la palabra patria! ¡Qué dulces las lágrimas en los encuentros! ¡Con qué unanimidad se fundía en nosotros el sentimiento del orgullo nacional con el amor al soberano! ¡Y para él, qué momento sublime!
  • Pam Rangelhar citeratför 3 år sedan
    que contra el destino todo es inútil, que la pobreza no es pecado, que no se vive con el dinero sino con el compañero, y así sucesivamente. Los proverbios morales son asombrosamente útiles en los casos en que, por mucho que lo intentemos, no se nos ocurre nada para justificarnos.
  • Grace Viezka Van Gulikhar citeratför 8 år sedan
    María Gavrílovna se había educado en las novelas francesas y, por consiguiente, estaba enamorada. El elegido de su amor era un pobre alférez del ejército que se encontraba de permiso en su aldea. Sobra decir que el joven ardía en igual pasión y que los padres de su amada, al descubrir la mutua inclinación, prohibieron a la hija pensar siquiera en él, y en cuanto al propio joven, lo recibían peor que a un asesor retirado.
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