La mayoría de los hombres aceptan con una especie de resignación la humillación de haber sido estafados. Han aprendido la lección y reconocido que no existen recetas mágicas para hacerse millonario y que cayeron en la trampa por su propia codicia.
Algunos, sin embargo, se niegan a aprender de sus errores. En lugar de reflexionar sobre su codicia y su credulidad, se ven como víctimas inocentes.