Suyo por un fin de semana

Josh la siguió y pensó que la vida podía llegar a ser muy irónica. Él siempre se había sentido fuera de todo porque su infancia había sido extremadamente solitaria; y curiosamente, a Piper le pasaba lo mismo aunque había crecido en el seno de una familia que la adoraba. Nunca habría pensado que tuvieran tantas cosas en común.

Después, Fred comentó algo sobre la desgracia de tener que asistir a la fiesta que habían organizado las mujeres y acto seguido añadió:
–Es una forma horrible de perder el tiempo, ¿verdad? Pero Astrid me mataría si no voy. Esa mujer no tiene piedad. Me da miedo.
–Comprendo lo que sientes –murmuró Josh.
El padre de Piper sonrió.
–Te creo, Josh. Te creo.

–¿Sabes una cosa? Tengo una idea que hará que tu abuela estalle de felicidad.
Piper lo miró con desconcierto, pero parpadeó de forma coqueta y se puso de puntillas para recibir lo que sabía que estaba a punto de llegar.
Entonces, Josh la besó.

–¿A quién más estamos esperando?
–A nadie.
–¿Estás segura? Tu madre ha hecho comida suficiente para un batallón del ejército.

Tenía que hacer algo con su familia, pero solo se le ocurría una solución.
–Josh… Necesito un hombre.