Arte y belleza en la estetica medieval

La discusión sobre la trascendentalidad de lo bello constituyó el máximo intento de legitimar la sensibilidad

porque no consigue concebir una oposición entre valores, si de valores se trata

el medieval es dificilísimo ver los dos valores separados

Pero la actitud práctica ante el arte manifiesta más una mezcla que una distinción de aspectos.

, el paso del gozo estético al gozo de tipo místico es casi inmediato. La degustación estética del hombre medieval no consiste, pues, en un fijarse en la autonomía del producto artístico o de la realidad de la naturaleza, sino en un captar todas las relaciones sobrenaturales entre el objeto y el cosmos, en advertir en la cosa concreta un reflejo ontológico de la virtud participante de Dios.

la sensibilidad medieval, a un gusto ingenuo por lo inmediatamente placentero (y también esta es una actitud estética elemental) unía, en el fondo, la conciencia crítica del valor del material en el contexto de la obra de arte, por lo que la elección de la materia por componer es ya un primer y fundamental acto compositivo

hay que dudar verdaderamente de la pureza del gusto medieval y de su sentido de las distinciones entre bello y curioso, arte y teratología.

Ante páginas semejantes, sin duda hay que convenir con Huizinga: Suger aprecia ante todo los materiales preciosos, las gemas, los oros; el sentimiento dominante es el de lo asombroso, no el de lo bello entendido como cualidad orgánica

El tesoro de Saint Denis es rico en objetos de arte y orfebrería que Suger describe con minuciosidad y complacencia «por miedo de que el olvido, celoso rival de la verdad, se insinúe y borre el ejemplo para una acción sucesiva».

dilectio decoris domus Dei, el amor por la belleza de la casa de Dios.