Se supone que es ciencia

Es decir, que la explicación puede apoyarse en los modelos: abstractos, simples, irreales, como punto de partida. El problema es que no se pueda prescindir de los modelos, o que se piense que todo termina ahí, y que el trabajo científico se reduce a los modelos.

Dice, con mucha precaución, que el teorema “se refiere a un mundo puramente hipotético, y no pretende describir ningún mercado existente”, porque el modelo implica numerosos supuestos, y muy exigentes: 1) que tanto los consumidores como los productores son actores racionales que quieren maximizar su utilidad; 2) que hay mercados para absolutamente todo; 3) que hay mercados de futuros para todo; 4) que todos los actores tienen información completa acerca de todo; 5) que no hay monopolios, ni economías de escala, ni externalidades… O sea, que el modelo en realidad no demuestra nada, salvo que se puede elaborar un juguete lógico que parezca un mercado eficiente.

Su idea es que los mismos factores que provocan el auge de los mercados financieros ocasionan su caída, pero no por extravagancias o errores, no por la irracionalidad de los agentes ni factores externos, sino por la naturaleza del sistema de inversión y crédito.

A juicio de Keynes, ese razonamiento implica una falacia de composición, es decir, suponer que es verdad para el todo lo que es verdad para una parte; y por eso hace falta desarrollar conceptos, métodos, razonamientos, apropiados para el conjunto.

En la versión neoclásica, la macroeconomía necesita microfundamentos, es decir, el comportamiento general de la economía tiene que explicarse a partir de los comportamientos de agentes individuales.

Porque se supone que los ejercicios lógicos de la economía neoclásica sirven sobre todo para hacer predicciones. Pero no sirvieron para predecir o anticipar una crisis de proporciones colosales. Es más, los modelos, las teorías, el conocimiento estándar en la profesión, predijeron exactamente lo contrario, un largo periodo de estabilidad, si no es que el fin de las crisis financieras.[18]

Porque si el modelo es claramente fantasioso, de condiciones imposibles, como sucede con frecuencia con los modelos económicos, entonces las predicciones que se hagan a partir de ellos carecen de fundamento, incluso si resultan acertadas: el resultado puede obedecer a cualquier cosa. Y eso significa que no tenemos una explicación

En su discurso para agradecer el Premio Nobel, Gary Becker decía: “el modelo de elección racional ofrece el fundamento más prometedor para contar con un enfoque unificado para el análisis del mundo social…”.[10] La verdad es que treinta o cuarenta años después de que se generalizase el empleo de esos métodos no hay ningún avance notable que se les pueda atribuir, aparte de una breve biblioteca de modelos y tipos de juegos, ningún libro digno de recordarse por su contribución para explicar un fenómeno concreto, el que sea (ni desde luego leyes universales de nada).

Todo consiste en usar al mercado como metáfora de lo que sea, y elaborar el modelo consiguiente: podemos pensar el matrimonio como un mercado, podemos pensar la educación como un mercado, podemos pensar la religión como un mercado.[9] La única dificultad estriba en encontrar algo que sea susceptible de medida, y que los “agentes” quieran maximizar

El modelo supone que la economía tiene que trabajar a partir de hipótesis, y elaborar modelos matemáticos que permitan establecer leyes de validez universal, que sirvan de base para hacer predicciones. Y eso significa que la economía tiene que prescindir del contexto, de todos los datos que hacen singular una situación, un proceso: geografía, historia, cultura, y trabajar con elementos abstractos: individuos, bienes, precios.