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Böcker
Kenneth Wapnick

El final de nuestra huida del amor

El Final de nuestra huida del Amor se puede contemplar como compañero de mi libro anterior El Final de nuestra resistencia al Amor, en el que también se plantea el problema de la resistencia. La resistencia a Un Curso de Milagros es el hilo conductor de estos textos, y ha sido un tema destacado en mis enseñanzas desde el principio. La resistencia se encuetra en la raíz de las dificultades que afrontan los estudiantes, pues es la fuente de los aparentes fracasos de hasta los más fieles partidarios de aprender y practicar los principios del perdón. El dulce camino hacia la Expiación comienza por reconocer el miedo que se le tiene, para después contemplar sin juicio las defensas contra nuestra elección de regresar a casa. Así se disuelven los muros de la disociación, lo que nos permite aceptar la Corrección que anuncia nuestro despertar del sueño de separación y la consecución de nuestro objetivo.
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El Grano De Mostaza Ediciones
Ursprunglig publicering
2020
Utgivningsår
2020
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Citat

  • Mily Sietehar citeratför 4 år sedan
    No obstante, todos queremos hacer algo más que eso. Hablé extensamente sobre esta tendencia en mi reciente taller sobre la sección del Texto llamada «No tengo que hacer nada» (T-18.VII). El cuerpo es el ego haciendo algo con respecto a sí mismo, para preservar la ilusión de que allí realmente hay un ego, un yo separado. El cuerpo no hace y no puede hacer nada porque solo es la marioneta animada por la mente, que es el titiritero. Como dice Jesús en el Texto:

    ¿Puedes acaso darle vida a un esqueleto pintando sus labios de color rosado, vistiéndolo de punta en blanco, acariciándolo y mimándolo? ¿Y puede acaso satisfacerte la ilusión de que estás vivo? (T-23.II.18:8-9).

    Por lo tanto, el enfoque nunca debe estar en el pedazo de madera sin vida (el esqueleto), sino en «la cabecilla intelectual» que está detrás. El cuerpo ciertamente parece hacer algo, porque fue establecido para resolver un problema inexistente. Nuestro yo físico, junto con el mundo que es su hogar, son, como me gusta decir, soluciones poco adaptativas a un problema inexistente. En este sentido, podemos entender que la mente tampoco hace nada, porque eso implicaría que hay algo que necesitara hacerse, que el ego necesitara ser deshecho. No obstante, lo único que necesita ser deshecho es la creencia de la mente de que existe un ego que es el problema que necesita solucionarse. Así, la mente, creyendo que es un ego (un algo), inventa un mundo y un cuerpo que también es un algo. De esta manera, se nos desvía de llegar a reconocer cuál es el verdadero problema: el tomador de decisiones que cree en la mentira de la separación, y después se cree las mentiras del mundo y del cuerpo que sustentan esa mentira y refuerzan la demente creencia de que es verdad.

    Una vez más, el problema no es la resistencia ni el muro. El problema es que queremos el muro, y es un problema porque no hay muro. La resistencia no es una entidad ni una cosa. Es el producto final de nuestro querer; es el resultado del miedo al amor que la resistencia oculta. Vivimos en una sociedad que quiere que todo se haga con rapidez. Queremos que todo sea instantáneo: desde la comida, el placer sexual y el dinero instantáneos, hasta soluciones instantáneas a los problemas. Esto funciona perfectamente para el propósito del ego porque todo esto son maneras de

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