el peso de los astros
lacera tu frágil epidermis
y hace trizas, cenizas y sollozos
la rosa de la luz.
Dejadme gritar y ensordecer
con mi propio grito
hasta escuchar la esquina
más sola de mis venas.
Quiero pensar, creer
y, sin embargo…
están ausentes de ternura
los ojos de la tarde
y lloran solas
las fieras en el monte.
Si lo sabéis, decidme:
¿en dónde está el secreto manantial,
el agua virgen?
Busco bajo la niebla cuajada de horizontes…
Y ni siquiera lo sabía:
¡soy muda y ciega!