El club de los miércoles

Lo que le parece más preocupante es que una de sus alumnas sea objeto de las burlas de alguien (alguien que no es «todo el mundo», pero consigue hacerle daño igualmente) sólo por disfrutar de cierto tipo de música.

chispa que se enciende y lo ilumina todo, pero luego se apaga porque tú no sabes cómo hacer que prenda en tu pecho»?

Hasta la última estrella, de Belén Martínez.

Creéis que callar es no tomar partido, pero el silencio siempre favorece a los opresores.

—Siento ser tan duro contigo, Melania, pero no quiero que te engañes y te hagas daño otra vez. Tus compañeros del club no son tus amigos, aquí el único que te quiere de verdad soy yo. —Por fin, su novio vuelve a acercarse a ella y la rodea con sus brazos—. ¿O tengo que recordarte lo que pasó con tus amigas del colegio?

Por favor, Melania, compórtate cuando estemos en público. —Fabián frunce el ceño y se aparta de ella. Siempre hace eso cuando quiere castigarla por algo y Melania siente que se le encoge el estómago de nervios

No quiere admitir que es lo que le dice Fabián siempre que ella rechaza sus avances: «Los tíos somos así»; «Los tíos no podemos controlarnos»; «Las tías no deberíais ir provocando si luego no queréis nada»…

que fuese un insulto, ¿sabes? Ahora resulta que Ryan tiene que ofenderse por parecer una chica (siempre según el criterio de los Tontos

Hay veces que los alumnos son como madejas: van enredándose en sus problemas hasta que se les forman unos nudos tan apretados que llegan a creer que la única solución es quemar el ovillo entero. Ruth sabe que su papel como profe es ir tirando de esos hilos para desenredarlos poco a poco, sin romper ninguno por el camino

Qué estupidez. Como si la ropa o los peinados fuesen algo malo.