Dos textos se ofrecen al lector en este cuarto volumen de las obras anotadas de Tomás Carrasquilla: San Antoñito y Luterito:
Damiancito Rada, el protagonista de San Antoñito, es de la estirpe del Tartufo de Molière. Ambos comparten esa beatería que tanto oculta. Pero a diferencia del francés, cuyas acciones pronto lo dejan al descubierto, el santico de Carrasquilla, dibujado con pinceladas llenas de ironía, se les revela tarde a esas mujeres que lo acogen y que no podrán contar —como los personajes de Molière— con la justicia que castiga el engaño y al engañador. Solas, tendrán que lidiar con su rabia y su frustración.
Poco anduvo por el mundo Luterito cuando ya le habían cambiado su nombre por el del personaje: Casafús. Y, sin embargo, ¡dice tanto aquel primer nombre con todo y su diminutivo! En el marco de la guerra de 1876, en la que Antioquia levantó la bandera de la religión, aparece este Lutero pequeño, Lutero de aldea, que, como el alemán, adolece de esa pasión condenada desde los tiempos de Luzbel: la soberbia. Y como este, habrá de caer. Pero no siendo ángel, sino hombre, su infierno no tendrá llamas, tendrá hartura