Inocentes y otras

El mensaje se reducía a vibraciones, a ondas largas y cortas, y abordarlo con el pensamiento era simplemente un error. Una forma de resistirse a su potencial. Una falta de amor, en definitiva. Porque ¿qué es el amor, si no escuchar de la forma menos afectada (y contenida) posible?

Que te dejaran era un pozo sin fondo. No solo cuando sucedía, sino por cómo introducía la mentira en todos los momentos anteriores. ¿Es verdad, eso? ¿El amor solo es real y verdadero si no se termina? Entonces, si el amor se rompía, ¿resultaba que antes no había sido amor?

Durante toda mi vida me había sentido como un cerebro al que, casualmente, le habían salido brazos y dos piernas muy útiles. Por alguna razón, los chicos de mi edad nunca se me acercaban.

Se imaginó haciendo esa película, aunque también sabía y esperaba que el proceso lo cambiaría todo. Cambiaría su punto de vista y la cambiaría a ella, una vez más

En realidad, era muy distinto a estar en casa, amodorrándose en el sofá; estar en una sala de cine con otras personas, prestando toda su atención a la película. Era casi religioso, y a veces se le olvidaba lo mucho que le gustaba.

«Qué relajante», pensó mientras inspiraba y sorbía. Se secó la nariz con el pañuelo. Llorar, el gesto, la acción, el momento, la sonrisa. Era increíble lo bien que sentaba

Lo confieso −dijo−. Soy muy mala persona, una egoísta que solo intenta crear una imagen inteligente de sí misma −dijo en tono dubitativo−. Aunque en realidad solo me estoy creando a mí misma. Mirando a otra gente. Creo que no tengo un yo real

Supongo que a pesar de nuestras muchas diferencias, compartíamos una afición por la soledad, por crear mundos privados dentro del mundo real.

Lo haría encantado, porque contar la verdad más siniestra sobre algo que has hecho, darte permiso para contarlo en voz alta, proporciona un placer excepcional. «Hice algo horrible.» Y te lo quitas de encima, que el mundo lo sepa. Todos nos morimos de ganas de quitárnoslo de encima en lugar de quedarnos esperando a que alguien lo descubra. Porque esa espera contamina la vida, despierta a los hombres en plena noche.

Es lo que pasa con las películas. No son ellas las que cambian, sino tú. La inmutabilidad de una película (o de un libro, o de una pieza musical) es algo con lo que uno puede medir su evolución. Es uno de los efectos que tienen las grandes obras de arte: aguardan a que regreses a ellas y te muestran quién eres, cada vez alguien ligeramente distinto.