en tanto que avanza la entrada de innumerables personas, antes sin herencia e ilegítimas, en el espacio de juego ampliado de demandas legítimas, el proceso libera en cada momento muchas más reclamaciones de honores, oportunidades y posiciones de privilegio de las que pueden ser satisfechas con los medios de la situación actual en cada caso. Nunca aparecerá esto más drásticamente que con ocasión de las declaraciones americana y francesa de los «derechos humanos» generales a fines del siglo XVIII. Con esos actos de habla, acordes con los tiempos, ineludibles, generosos e incanjeables como eran, comenzó la era de las reclamaciones, ya jamás terminable.