La vida nueva

«Alma mía, ¿por qué no marchas?
Pues los tormentos que sufrirás
en este mundo, ya tan odioso para ti,
me hacen meditar con gran temor».

y tú, que eres hija de la tristeza,
ve desolada a estar con ellas.

todos parecen decirme:
«Te abandono

pero le asaltan la tristeza y el deseo
de suspirar y de morir de llanto,
despojando de todo consuelo al alma
a quien ve en el pensamiento cómo era ella,
y cómo nos fue arrebatada.

Los afligidos ojos por piedad del corazón
tanto han padecido la pena de llorar,
que han quedado al fin vencidos.
Ahora, si quiero desahogar el dolor,
que poco a poco me lleva hacia la muerte,
tendré que hablar suspirando.

Tanto tiempo me ha poseído Amor
y me ha acostumbrado tanto a su señorío,
que si antes era duro para mí,
habita ahora dulcemente en mi corazón.

Ven, que el corazón te llama.

El cielo, que no tiene otro defecto
que el de no tenerla, la reclama a su Señor,
y todos los santos suplican esa merced.

Pues Amor me asalta tan repentinamente,
que la vida casi me abandona:
sólo un espíritu me queda vivo,
y éste sobrevive todavía porque habla de vos.

Muchas veces me vienen a la mente las oscuras
cualidades que Amor me da, y me apiado
de mí mismo, de tal modo que a menudo digo:
«¡Ay de mí! ¿Les ocurre esto a los demás?».