Costó tiempo, trabajo y reflexión a las conferencias evangélicas continentales, así como a sus cuadros teológicos de vanguardia, advertir la posibilidad, ya con un énfasis decididamente ecuménico, influido por la corriente del “evangelio social” (de Walter Rauschenbusch), de que la transformación tan anunciada como resultado de la “aceptación” del evangelio debía pasar por las estructuras sociales.