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Böcker
Fabrice Hadjadj

Ser padre con san José

Ya es hora de desempolvar la imagen. Ya es hora de devolverle su figura humana, porque la santidad no nos aleja de la humanidad: nos compromete con ella. José ya no es un padre ideal: es un padre muy concreto, superado “como todos los padres de este mundo” por la vida que se entrega a través de él. Y al ser su hijo el Hijo de Dios, se ve aún más superado que todos nosotros. Él solo trata de hacerlo bien, pero nunca llega a estar a la altura (¿quién puede estar a la altura del Altísimo?). Esa limitación le obligará a confiarse siempre al Padre eterno.

En doce lecciones que combinan la exégesis bíblica y la experiencia familiar, Fabrice Hadjadj nos ofrece una breve guía, ágil, profunda y a la vez desenfadada, para nuestra época de catástrofes. Se propone dar respuesta a cuestiones prácticas del estilo «¿Cómo cortejar a la Santísima Virgen?» o «¿Cómo hacerse obedecer por Dios sin pegar gritos?». Confía en demostrar, a través de José, que tanto hoy como ayer «y quizá hoy más que ayer» la paternidad es la aventura más importante y decisiva.
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Ursprunglig publicering
2021
Utgivningsår
2021
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Citat

  • juan diego esquivias padillahar citeratförra månaden
    ¿Por qué crees que los ángeles de la guarda son invisibles? Un ángel de la guarda visible no duraría ni dos días en una casa como es debido. Se le echaría de allí a patadas.
  • juan diego esquivias padillahar citeratförra månaden
    Inquieto —quizá— por el sexo opuesto
    y por su psicología?
    ¡Qué tontería, pequeño mío!
    El sexo opuesto está para indagar en él,
    y no para comprenderlo.
    Fernando Pessoa, Álvaro do Campos
    «Mi pobre amigo…». Últimos poemas
  • juan diego esquivias padillahar citeratför 5 månader sedan
    Con una pecadora uno siempre puede llegar a un arreglo. Ella te deja seguir sumido en tu tibieza (o en tu ardor), siempre y cuando tú la dejes seguir sumida en la suya. Yo admito que te veas con Joe y tú admites que yo me vea con Jane. Tú te puedes comprar esa miserable baratija mientras yo pueda navegar por esta web inútil. Como se dijo poco antes de la expulsión del paraíso, «yo le doy un mordisco a la otra mitad de la manzana, y ya está». Dos compinches uña y carne. Una santa, sin embargo, es imperdonable. ¿Quién sería capaz de soportarla? Con ella los errores nunca son compartidos. El pecador que hay en mí se siente constantemente presionado: Se llama a sí misma hija de Dios. Es un reproche de nuestros pensamientos, sólo el verla nos resulta una carga (Sb 2, 13-14).
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