Y yo caminé y seguí caminando. Siempre apuradas mis piernas, como si tuvieran algún lugar adonde ir, buscando algún lugar que sea mi lugar y no encontrando. Caminé sin bajar los brazos, mundo arriba y mundo abajo, caminante, viviente, sobreviviente, con la desgracia haciéndome sombra y con el pánico este de que se me llenen un día de aire la panza o la cabeza.