Una grieta en la noche

Mi mamá y yo éramos dos lunas que orbitan juntas pero moviéndose lejos de las demás,

Desde el ombligo de la ciudad no se ven las estrellas, tampoco las bengalas,

era tan tonto en la escuela, que el oxígeno no le llegó a tiempo al cerebro, y que mi mamá, si era muy lista, era porque le había absorbido la inteligencia

Quien hubiera entrado con nosotros en ese momento pensaría que los cuates dormían tranquilos, bajo la mirada de sus padres, con una cuerda alrededor del cuello, unidos como al principio.

Dentro la casa olía extraño, era un olor que nunca había sentido y no reconocí, en segundos me ardieron los ojos y comencé a toser. El vecino, que entró conmigo para ayudarme y avanzó más rápido, me dijo que me tapara la nariz porque podía ser amoniaco. Se asomó al cuarto de mi mamá y exclamó algo que no entendí.

rojo alrededor del cuello, el hilo los mantenía unidos. Adorablemente quemados y unidos por el lazo

Detrás del cristal, en el cubo que representaba la habitación de los cuates durmiendo en la misma cama con los padres mirando desde atrás, ambos niños estaban quemados y con un hilo

Oye, aquí hay dos muñequitos quemados, ¿siempre han estado así?
–¿Cómo que quemados? No, claro que no, aquí todo está impecable. Bueno, al menos no hay cosas rotas o quemadas

Dos muñequitos estaban totalmente quemados, chamuscados, una niña y un niño. Era una familia, los papás alineados detrás de ellos y ambos niños quemados como carbones minúsculos.

Ay, otra. Bueno, nada más porque dices que es tu tío y el pobrecito me da como que lástima, pero no digas que te dejé pasar gratis, si viene el jefe