Más alemán que Hitler

Me lancé sobre Amalia y la besé en la boca, en esa boca que segundos antes perteneciera a Leticia. Estuvimos cogiendo hasta el amanecer, cuando el sol nos descubrió satisfechos y dormidos.

La penetré como a ella le gustaba, primero violentamente y luego con suavidad. Pasamos la tarde abrazados, su espalda untada a mi pecho, como a ella le gustaba estar después de sentirme dentro.

Jamás se me ocurriría sugerirte ver juntos el amanecer o tocar tus manos y esperar a que se pudran entre las mías. Recuerda que no soy uno de ésos, y nada de lo que deseo de ti debe parecerte extraño. No quiero que pintes tus labios ni pases mucho tiempo debajo del sol. Ahorra tu piel y deja que brille en la oscuridad, sólo eso, y por favor, no te atrevas a pedirme nada, pues sabes que sólo me gusta cogerte en el momento en que no lo deseas.

A pesar de ello, las piernas más bonitas que yo he visto en mi vida son las de Tania.

Y no me importa si Irene se acuesta con otros hombres. Si lo hiciera la sentiría mucho más cerca de mí: ella, mi mujer, usada por otros, tentada.

—Vengo de estar con otro hombre. Tengo que decírtelo, estuve toda la tarde follando con él y no lo voy a ocultar. No es nadie en mi vida, y jamás lo volveré a ver. Puedes pegarme si quieres, o dejarme...

Jamás se me ocurriría sugerirte ver juntos el amanecer o tocar tus manos y esperar a que se pudran entre las mías. Recuerda que no soy uno de ésos, y nada de lo que deseo de ti debe parecerte extraño. No quiero que pintes tus labios ni pases mucho tiempo debajo del sol. Ahorra tu piel y deja que brille en la oscuridad, sólo eso, y por favor, no te atrevas a pedirme nada, pues sabes que sólo me gusta cogerte en el momento en que no lo deseas.

—Tienes que ayudarme a superar esto, Elisa. Ni yo mismo sé por qué tomo esta actitud —aunque estaba fingiendo, ella, mi Elisa, jamás se daría cuenta de tan mínimo detalle. Elisa creía en las palabras y en la motivación personal y en el amor de pareja.

Los animales domésticos han vivido y vivirán siempre mejor que yo, incluso los callejeros. Comen croquetas y carne enlatada, sin necesidad de pisar la calle. ¿Qué te devuelven a cambio? Algunos maullidos y unos cuantos kilos de mierda.

mis labios sobre su sexo, olía y sabía siempre tan bien, un muy discreto olor a orines, a humedad y vida, a miel y suero.