Mostrar y decir

Escribir es una forma de irse haciendo a uno mismo

En ese sentido, el autor de un ensayo personal debe ser como los periodistas, que respetan la obligación de contar los hechos fundamentales –quién, qué, dónde, cuándo y por qué– tan cerca del principio de la noticia como les sea posible.

Cuando escribimos un ensayo personal, hay que entender que es muy posible que el lector no sepa nada de nosotros por mucho que ya nos hayamos explicado en ensayos anteriores

Un ensayo personal necesita tanto conflicto como un relato corto. Sin conflicto, tu ensayo personal, tus memorias, acabarán varados; repetirás la observación inicial y darás la impresión de ser una persona pagada de sí misma.

La literatura no es lugar para conformistas ni para hombres de empresa. Las habilidades propias del contertulio –contener la expresividad, limar asperezas, ser parco en emociones– no funcionan sobre una página, porque se trata de crear un narrador atractivo, fascinante y memorable.

Tienes que saber mirarte a vista de pájaro. Tienes que saber, por ejemplo, qué impresión causas en los demás, y saber también cuándo eres encantador y cuándo eres prepotente o ridículo o estás cohibido. Desde el punto de vista de la escritura personal sincera, desagrada o distorsiona lo mismo tenerte en demasiado poco y pensar que vales menos de lo que realmente vales que darte demasiadas ínfulas. La cuestión es empezar a inventariarse, para así poder presentarse al lector como personaje legible y concreto.

En lo que a mí respecta, siempre que puedo, en una obra de no ficción prefiero recurrir a los hechos reales, porque hay algo de mágico y misterioso en el mundo tal y como es y se nos muestra, en el azar o el orden que sea.

El autor de no ficción tiene ante sí el reto de coger un hecho real, que le haya ocurrido a él o a cualquier otro, y transmitirlo con toda la sinceridad y convicción de que sea capaz.

Sinceros con el mundo de hechos que nos rodea, sinceros para decir lo que de verdad sentimos y hemos hecho y, en el fondo, sinceros con nuestras dudas y confusiones.

a razón puede ser una mercancía escasa, muy preciada y difícil de recuperar. De modo que no desdeñemos el mandato clásico del autor de no ficción: dale sentido al mundo, cuéntalo en términos lúcidos, racionales.