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Shirley Jackson

La maldición de Hill House

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  • Luciana Ayalahar citeratför 6 år sedan
    Nunca sabemos de dónde surge nuestro coraje
  • Luciana Ayalahar citeratför 6 år sedan
    «En el retraso no hay abundancia; la alegría del momento trae la risa del momento
  • Geraldine Guarneroshar citeratför 4 år sedan
    —El miedo —dijo el doctor— es el abandono de la lógica, el abandono voluntario del pensamiento razonable. O nos entregamos a él o lo combatimos, pero en esto no hay medias tintas.
  • Beatriz AChar citeratför 6 år sedan
    Ningún organismo vivo puede mantenerse cuerdo durante mucho tiempo en unas condiciones de realidad absoluta; incluso las alondras y las chicharras, suponen algunos, sueñan
  • Lectora empedernidahar citeratför 6 år sedan
    Ningún organismo vivo puede mantenerse cuerdo durante mucho tiempo en unas condiciones de realidad absoluta; incluso las alondras y las chicharras, suponen algunos, sueñan.
  • Tamara Maplehar citeratförra månaden
    Ningún organismo vivo puede mantenerse cuerdo durante mucho tiempo en unas condiciones de realidad absoluta; incluso las alondras y las chicharras, suponen algunos, sueñan. Hill House, nada cuerda, se alzaba en soledad frente a las colinas, acumulando oscuridad en su interior; llevaba así ochenta años y así podría haber seguido otros ochenta años más. En su interior, las paredes mantenían su verticalidad, los ladrillos se entrelazaban limpiamente, los suelos aguantaban firmes y las puertas permanecían cuidadosamente cerradas; el silencio empujaba incansable contra la madera y la piedra de Hill House, y lo que fuera que caminase allí dentro, caminaba solo.
  • Laura Segoviahar citerati fjol
    posesión de este Yo mío; abdico, entrego de buena gana lo que nunca quise para empezar; sea lo que sea que quiera de mí, puede quedárselo
  • Laura Segoviahar citerati fjol
    Oyó la risa por todas partes, aguda y demente, siguiendo su maníaca canción, y pensó, No, todo ha acabado para mí, es demasiado, voy a renunciar a la
  • Laura Segoviahar citerati fjol
    ¿Qué? —estaba diciendo Theodora—. ¿Qué, Nell? ¿Qué?
    —Dios Dios —dijo Eleanor, arrojándose de la cama y atravesando la habitación para refugiarse temblando en un rincón—. Dios Dios. —¿De quién era la mano que estaba agarrando?
  • Laura Segoviahar citerati fjol
    Una risita penetró como un soplo de aire en la habitación, una risa sofocada y loca, la mínima insinuación de una risa, y Eleanor pudo oírla recorriéndole la columna vertebral, una risilla de regocijo que las sobrepasaba para recorrer toda la casa
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