El ladrón del rayo

Sobreviviré hasta entonces. Después de todo, soy tu hijo.

«Los monstruos están en el mundo real. Ahí es donde descubres si sirves para algo o no.»

Era el lugar donde había conocido a mi padre.

Aun así… lamento que nacieras, niño. Te he deparado un destino de héroe, y el destino de los héroes nunca es feliz. Es trágico en todas las ocasiones.

—¡No me hagas hablar de Caronte! —bramó Hades—. ¡Está imposible desde que descubrió los trajes italianos!

Pero entonces pensé que había muy poca gente en el Elíseo, que parecía muy pequeño en comparación con los Campos de Asfódelos o incluso los Campos de Castigo. Qué poca gente hacía el bien en sus vidas. Era deprimente.

Los muertos no dan miedo. Sólo son tristes.

Lo sostuve en alto, intentando canalizar hacia Cerbero pensamientos perrunos felices: anuncios de exquisiteces para perro, huesos de juguete, piensos apetitosos.

En cambio, Cerbero se relamió los tres pares de labios, desplazó el peso a los cuartos traseros y se sentó, aplastando al instante una docena de espíritus que pasaban debajo de él en la fila de muerte rápida.

Me encantaría contarte que tuve una profunda revelación durante mi caída, que acepté mi propia mortalidad, que me reí en la cara de la muerte, etcétera.

Pero mi único pensamiento era: ¡Aaaaaaaaahhhhh!