Anastasia Untila

Salud por los orgasmos, el buen sexo y a disfrutar la última noche en la isla.

—Me importa una mierda, dame cinco minutos. —Y, sin más, cuelgo.

—No me calientes la cabeza ahora.

Puto destino, no pensaba que me tomaría tan en serio.

al fin y al cabo, el destino quiere que sigamos jugando.

Que me queme el infierno, si eso me garantiza vivirlo de nuevo.

Alas negras adornaban su piel. Su rostro, hecho de tentación, estaba cubierto por un antifaz de miel.

Bailaba sobre fuego, mas ella no se quemaba, me quemaba su mirada lasciva, como sus pechos, dueños de la provocación.

Se acercó jugando con la seducción.

sobre aquello que gritaba ser liberado.