Majo Delgadillo

compartíamos todo: comida, libros, ropa, cama, vacaciones, secretos y, como pronto entenderíamos, muertes.

cómo apago todas las luces para dejarte dormir pero me quedo escribiendo en mi computadora, las uñas largas repiqueteando contra el teclado toda la noche.

Ésa fue la primera vez que me di cuenta de que habíamos muerto.

Nos tomábamos de las manos en el frío de ese invierno e intentaba hacerte reír.

Estuvieron los tipos con los que salíamos y nos topábamos, y los apodos que solíamos mezclar porque siempre estábamos juntas, cuidando a la otra.

La gente se dio cuenta. Empezó a bromear con que éramos una misma persona.

tienes náuseas, y te convences de bañarte y lavarte el pelo a pesar del fastidio que implica. Pero aún después sigues sintiéndolo. Algo no anda bien.

Una vez más, el filo de la certeza de que algo no estaba donde debería. Algo que no estaba mal, pero sin duda tampoco bien.

La parte de la incertidumbre siempre te pone un poco furiosa, te deja exhausta.

¿qué tan importante es para una historia tener una descripción de quien habla? O quizá la cuestión más específica sea: ¿es siquiera necesario?