El yoga le había ayudado a crear un espacio solo para ella. Un rincón en el que, sencillamente, ser. Pudo experimentar un silencio que no es ausencia de ruido, sino ausencia de reacción. Y, desde este lugar, contemplar el vasto paisaje que se desplegaba en su interior. Al cabo de un tiempo la volví a ver: se encontraba mucho mejor y los síntomas se habían reducido. Estaba contenta con su vida. Me dijo que cada día hacía un poco de meditación.