el tren hacia Bretaña, en el esfuerzo con que Donatien disimula, y no sé qué es lo que disimula, aparece la ansiedad, en su frente, los rayos de luz entran por la ventana y encienden el rojo de su pelo y de sus cejas y de su barba, sus pecas de pronto tan pronunciadas, qué joven parece; no quiero incomodarlo, miro hacia afuera y me concentro, el campo de uvas, que el tiempo se detenga, que alivie lo que arrastra; el viento se detiene a veces, ¿por qué no el tiempo, que también es físico?, pero ¿cómo es físico el tiempo? Simple, las estaciones; las personas acá viven con la certeza de los cambios; las manos de los campesinos no parecen tener hacia dónde envejecer, debe ser porque si uno siembra algo, espera algo y ese algo hace que el tiempo vaya más despacio, al ritmo de las cosechas, la espera, cómo crecen sus cultivos semilla por semilla, retoño por retoño; esta gente cultiva su comida y sus casas y yo no salgo de mi asombro por algo tan simple, sorpresa ante lo elemental, la capacidad de clavar puntillas en la madera y lograr, de puntilla en puntilla, elevar la casa en la que se va a vivir; la relación que tienen las personas con los espacios que han levantado con sus propias manos, a estas personas también el tiempo y el clima les juegan malos ratos, los vientos del norte los azotan, y se les enferman y se les mueren los hijos, y les pasa que la plata no les alcanza, pero comparados con Colombia, son ricos