Jenn Díaz

Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona en el mundo a la que nunca le ocurrirán estas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro, Paul Auster.

En sus pechos crecerá la herida de otra

llama nulípara a aquella mujer que no tiene hijos.
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una niña del trópico la caída de las hojas –esos árboles como dedos artríticos y sin pájaros– significa la muerte. No importa cuántas veces los hayas visto renacer: los árboles del otoño están muriendo y cada hoja que cae tiene un eco adentro tuyo.
Tú también te estás cayendo.

Se llama nulípara a aquella mujer que no tiene hijos.

Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona en el mundo a la que nunca le ocurrirán estas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro, Paul Auster.

Es una necesaria compensación subjetiva; no se podría someter a todas las mujeres todo el tiempo sin utilizar la violencia constantemente si no existieran algunos espacios compensatorios. Uno de estos espacios compensatorios es el de la maternidad.

Aun así, a pesar de que las madres y el trabajo reproductivo son valorados en todas las sociedades patriarcales, es una valoración ambigua. Aunque es una actividad bien valorada, o incluso muy bien valorada, no se trata nunca de una valoración que sobrepase en prestigio al prestigio masculino, ni que otorgue poder, simplemente se trata de una compensación subjetiva.

El rol maternal es antropológicamente ambiguo. Por una parte, la capacidad de ser dadora de vida se asocia también a la cercanía con la muerte: quien da la vida puede quitarla.

La mala madre no es que sea despreciada, es que da pánico, es una bruja, capaz de desatar las más oscuras fuerzas.