las parejas bien avenidas no suele gustarles indagar sobre las parejas que no van bien, es como si sintieran una especie de temor, como si las desavenencias conyugales fueran un estado contagioso, como si las paralizase la idea de que hoy en día toda pareja casada es casi necesariamente un matrimonio tramitando el divorcio. A ese repliegue instintivo, animal, una tentativa emocional de conjurar el destino común de separarse, se le añade la aplastante sensación de su mutua incompetencia; es un poco como los no cancerosos, a los que siempre les cuesta hablar con un enfermo de cáncer, encontrar las palabras adecuadas.