Lucía Lijtmaer

Ese es el defecto verdaderamente achacable al ofendidito: solo está ahí para llamar la atención

El ofendidito también se define por oposición a lo que hay al otro lado, su némesis: el Fiero Analista, políticamente incorrecto, que no respeta las normas y el statu quo, que dice lo que piensa y está dispuesto a llevarlo hasta las últimas consecuencias, aunque le linche (más bien le ciberlinche) la turba

Dejaba, eso sí, de lado la idea complementaria de que el humor, como toda expresión artística, puede tener además intención ideológica, la entienda así el autor del chiste o no.

El ofendidito es objeto de mofa por blando, moralista y porque es corto de miras, básicamente. Porque se ha feminizado. Pero sobre todo porque no ha entendido, o no ha querido entender, la broma, que no es contra el Estado ni contra el poder.

Es interesante comprobar que el concepto de ofendidito es casi un calco del de snowflake, «copo de nieve», popularizado tras la victoria electoral de Donald Trump

Los snowflakes son esos seres demasiado frágiles, demasiado especiales, que necesitan que les endulcen la realidad para no verla como realmente es.

El snowflake en Estados Unidos, como el ofendidito en España, se opone al Fiero Analista masculino

No importa el apocalipsis climático que está por venir: nos oprimen aquellos que nos instan a no comer carne

Algo sucede cuando el derecho a la queja es ridiculizado una y otra vez. El boicot como acto legítimo es primero cuestionado por la derecha –no está de más recordar la demonización de los escraches durante la crisis económica–,

¿cómo y por qué hemos aceptado que se demonice la protesta