problema que atenazaba a Leiza era más que grave. Si continuaba con aquella mala racha, su vida iba a irse al traste. No sabía hacer otra cosa, llevaba una eternidad en aquel negocio. Lo era todo en su vida. ¿Qué podía hacer si no?
Era una inútil en otros aspectos cotidianos. Desde pequeña no había tenido que preocuparse por nada: llevaba una vida de soñadora perfecta. Toda su familia lo había sido y no había oído que se hubiera saltado ninguna generación. En fin, tampoco le había preocupado nunca esa posibilidad…
De manera que ¿qué le iba a decir en cuanto llegara? ¿Que no había soñado nada? ¡Venga ya! ¡Aquello era imposible! Al menos, para ella.